
¿Por qué será que no escuchamos los avisos sobre los peligros de permitir que menores tomen bebidas alcohólicas? ¿Ignoramos que al permitir que beban violamos la ley que lo prohíbe (y de paso enseñamos a violarla)?
¿No sabemos que el exceso de alcohol inhibe la conciencia y anula la voluntad, por lo que quienes se 'pasan de tragos' quedan a merced de sus hormonas, instintos y pasiones?
¿Será que no hemos escuchado las indicaciones médicas que recomiendan que ningún menor de 18 años tenga televisor en su habitación, ni sobre los peligros que representan para la salud mental y moral algunas series y novelas que presentan a toda hora, aún en horarios infantiles?
¿Será que no les hemos prestado atención a las letras de algunas canciones de los ídolos que los jóvenes admiran, y en las cuales los incitan a drogarse, a tener sexo promiscuo, a prácticas satánicas o a suicidarse, ni a los videos musicales como los que ofrece el Canal de televisión MTV, que parecen más un 'show' triple X?
¿Estamos tan sordos, que tampoco escuchamos las advertencias hechas no solo por los científicos sino por el FBI y otras autoridades policivas señalando que los menores de 18 años no deben tener conexión a Internet en su habitación y sólo deberían acceder al ciberespacio cuando los padres están presentes? ¿Y que debemos estar atentos porque por este medio los pueden animar a volverse clientes de sus tiendas porno o acabar siendo seducidos por pedófilos?
¿Será que tampoco hemos escuchado lo que nos advierten los educadores respecto a los riesgos que corren los jóvenes en los paseos de fin de estudios, a los que van sin adultos y sin más motivo que "gozar su juventud" (entiéndase parrandear y tomar trago o consumir drogas) o las pijamadas (fiestas en pijama con amigos de ambos sexos) en las que pasan la noche rumbeando sin supervisión adulta?


Ángela Marulanda, autora y educadora familiar.
www.angelamarulanda.com